sexualidad

Las mujeres, en el cine como en la Biblia

Despierto una mañana navideña, después de la resaca de los regalos de Papa Nöel y demás excesos vacacionales. Al encender el Facebook, he visto una publicación de José Luis Guerín. ¡Cómo me gustaría ser éste cineasta que siempre esta investigando por cualquier rincón del mundo! Pero no lo soy, mi nombre es Sergio García y me dedico a la psicoterapia. Primera secuencia: aceptada.

Para poder descubrir películas, sólo tengo un portátil, una habitación de estudio y tres niños que interrumpen continuamente. Uno de los temas que me han apasionado este año ha sido el reflejo de la mujer en el séptimo arte. ¿Saben ustedes cuál es la profesión más veces narrada en la historia del cine español? Sí, la prostituta. Y después, la madre. Esto me recuerda a los dos tipos de mujeres que aparecen en la Biblia. Quizás hemos avanzado muy poco. Si no, anoche hubiese venido Mama Nöel.

La situación de la mujer en un país es el termómetro de civilización del mismo, hablando de ‘ellas’, hacemos una radiografía de ‘nosotros’El cine ha tenido diferentes momentos de esplendor en cuanto a la representación de la mujer y, además, hemos tenido películas magistrales en periodos oscuros para la expresión de lo femenino. Si nos vamos a la cuna del cine, los Estados Unidos de América, podemos darnos cuenta que entre 1929 a 1934 se produjeron las condiciones necesarias para que las actrices rompiesen cánones y se diesen interpretaciones de mujeres que podían dirigir empresas, tener amantes o ser madres solteras, trajeron a las pantallas un aire fresco y desinhibido.

Siempre he pensado que la situación de la mujer en un país es el termómetro de civilización del mismo, hablando de “ellas”, hacemos una radiografía de “nosotros”. Me enloquece Marlene Dietrich cantando «Vudú caliente» en La venus rubia, o Loretta Young o la sensualidad de Harlow. No me extraña que la Metro Goldwyn Mayer en aquella época se vanagloriase de tener más estrellas que el firmamento.

La actriz Norma Shearer, para hacer el papel de La divorciada de 1930 tuvo que luchar con los prejuicios de su marido, y romper una “profecía autocumplida” que volcaban sobre ellas los directores de la época, entre ellos, Griffith, cuyas palabras fueron: “No llegarás a nada”. El argumento del film trataba sobre un hombre que le había sido infiel a su esposa y ésta decide divorciarse y tener aventuras amorosas con otros hombres. El film fue un éxito de taquilla y crítica y el eslogan del cartel rezaba: “Si el mundo permite que el marido sea infiel, ¿por qué no la mujer?” azotando de esta manera la doble moral sexual de la época. Y abriendo con ello, una línea de argumentos y de interpretaciones desconocidas hasta la fecha. Si la afirmación de Kate Millet “el amor es el opio de la mujer” era cierta, éstas películas daban una herramienta para su erradicación.

Otra película esclarecedora era Una mujer para dos de Ernst Lubitsch donde su protagonista debía decidirse por uno de sus pretendientes y opta por quedarse con ambos y explorar el menage á trois. Parecía una precuela de la famosa Vicky Cristina Barcelona de Woody Allen.

En Alma Libre de Clerence Brown de 1931, se esconde un secreto en la pareja: a ella le gusta el sexo. Y un año después Virginia Bruce le dirá a su marido después de haberle sido infiel: “Pase lo que pase ha sido culpa tuya, en parte. ¿Crees que puedes hacer el amor y que sea tan falso como todo lo demás? ¿Crees que eres todo lo que puedo desear? Pues te lo voy a dejar muy claro ahora. No puedes. No quiero vivir con nadie nada más que contigo, pero si vas a ser tan bueno y tan perfecto que no me puedes perdonar, no puedo seguir. Entonces le daré gracias a Dios por saber que hay algo más, algo con lo que pierdes tanto la cabeza que no sabes lo que pasa, ahora puedes creer lo que te dé la gana”

Y en 1931, una audaz mujer decidida, Loretta Young, interpreta a una empresaria que tiene claro que los celos de su marido, el secretario, deben ser esceníficados fuera del ambiente laboral.

La mujer podrá desear dinero, sexo, crimen pero tendrá que finalizar el film asesinada por sus excesosSin embargo, Will Hayes y  “El código de producción” ya estaban puestos en marcha para educar a un público que pensaban que no estaba preparado para la sensualidad y la libertad de la mujer. Así comienzan una serie de reglas de estilo necesarias para la exhibición en salas y de esa manera todo cambia, apareciendo la femme fatale y el cine negro. A partir de entonces, ella podrá desear dinero, sexo, crimen pero tendrá que finalizar el film asesinada por sus excesos. Él parece una marioneta inocente en las manos del “mal”. Goethe ilustra muy bien en Fausto la nueva vertiente de las pantallas:

Fausto: ¿Quién es esa?

Mefistófeles: Mírala bien. Es Lilith.

Fausto: ¿Quién?

Mefistófeles: La primera mujer de Adán. Guárdate de su hermosa cabellera. La única gala que luce. Cuando ella atrapa a un joven no lo suelta fácilmente.

Me acabo de sobresaltar, una nueva publicación de Guerín en la red, dice que en el siglo XVIII, se creó «la Orden de los indiferentes» aquellos que se negaban a ser víctimas del amor. Quizá, éste cineasta y yo seamos amigos sin saberlo.

Mitos de la sexualidad y las artes

Me pongo a escribir entre Caimán Cuadernos de Cine y las 2001 noches, revista de poesía. Mi mesa está repleta de ediciones con las que he disfrutado y de tarjetas profesionales mías. Pienso que el orden de esta habitación y sus libros forman parte de mí. Quizás, no haya nada menos revolucionario que el caos en una casa. En el twitter de hoy, se diferencia entre un culto y un erudito, ya que aquel vibra con la cultura.

​La mujer y el cine o la pintura y la mujer son temas que me tienen atrapado desde hace años. Es como si hubiese encontrado un nexo de unión entre las vicisitudes de la consulta y las producciones artísticas. E. Munch es el pintor que en más ocasiones ha reflejado en sus lienzos y grabados una imagen de la mujer con sexualidad devoradora, mostrando al espectador su convicción de que es ella quien domina las artes amatorias. Y además, Munch tenía la idea que el hombre alcanzaba la inmortalidad a través de la obra artística y la mujer sólo la podía conseguir a través de la única creación que le era posible: un hijo. Los prejuicios de época han sido base del pensamiento de grandes artistas y literatos. Y hombres y mujeres han hecho del prejuicio: hábito y destino.

 

El mito ante el deseo sexual

La virginidad, tan apreciada en ellas y tan burlada en ellos, ha sido siempre un tema recurrente en la mitología. Mitos que en cada uno de nosotros han estado presentes en nuestro crecimiento y desarrollo. El minotauro y su cuota de vírgenes diarias ponen de manifiesto una leyenda aún en boga en la Francia del XIX, según la cual las enfermedades venéreas que tanto se habían extendido, se curaban desflorando y, si era necesario, violando a una virgen, ya que transmitir el mal a un inocente llevaba a la curación. Fascinación por la castidad que Sofía Coppola recoge con maestría en Las vírgenes suicidas, a través de los ojos de unos adultos que han vivido la experiencia adolescente de la sexualidad y la muerte.

Regresando a la literatura, Las mil y una noches, el clásico persa, también nos habla de éstas situaciones. Leamos:

«Un sultán desposaba una virgen cada día y mandaba decapitar a la esposa al día siguiente. Todo esto lo hacía en venganza, pues encontró a su primera esposa traicionándolo. Ya había mandado matar a tres mil mujeres cuando conoció a Scheherazade. Este le comenzó a narrar un cuento durante toda la noche. Mientras relataba, el rey permaneció atento y motivado, escuchando con asombro la primera historia, y al final le pidió otra, pero Scheherazade le dijo que la alborada estaba cerca. Entonces, él decidió no matarla esa vez, pues la historia por venir al día siguiente parecía algo mucho más emocionante y atractiva. Así, el rey conservó a Scheherazade viva, mientras que pedía con impaciencia un anticipo de cada nuevo cuento, hasta que, después de mil y una noches de diversas aventuras, y ya con tres hijos, el sultán decide hacer reina a la mujer que habla, entretiene y genera erotismo».

El miedo ante el deseo sexual de las mujeres está presente en muchos mitos y películas – recordemos por ejemplo, que en el cine negro la femme fatal tiene que ser sacrificada por su lascivia y ambición-. Y este pensamiento que puede estar disfrazado en las parejas se puede relacionar con la eyaculación precoz o la frigidez, cuando se molesta al partenaire con este trastorno se evita la admiración en el momento del orgasmo, en el culmen de máximo goce.